Lea el original del Manifiesto de la ODEI.
Versión en castellano de España.
Estimados ODEI,
Leí su manifiesto desde América (la Latina y la Anglosajona), donde trabajo y vivo. Soy escritora y también editora chilena que trabaja en Nueva York y Santiago de Chile, y publico allá y en Centroamérica. Me pareció un manifiesto interesante, si bien especializado en su realidad política, lo que me parece acertado. Sin embargo, esa localización que utilizan refleja su poco conocimiento de los que ustedes llaman “Tercer Mundo” contra lo cual ustedes miden la miseria de su situación. Por eso les escribo. Para informarles sobre su desconocido “Tercer Mundo”.
El “Tercer Mundo” es una denominación hecha por administradores financieros para definir espacios de mercado naturales para sus productos en relación de hegemonía. Utilizan unidades de medición que salen de los países del norte y que no se ajustan a las realidades de los países del sur. La manera en que utilizan las palabras “Tercer mundo” denota su miedo a convertirse en lo que ustedes son, utilizando una fantasía creada por los Rockefeller y sus economistas. Pues yo, que vivo en Estados Unidos y he estado trabajando múltiples veces en países de la pequeña Europa, les puedo decir que esa división entre naciones no existe más que en la fantasía de la gente que ustedes mismos están criticando. Es decir, ustedes están replicando el lenguaje del poder que quieren criticar; han integrado el lenguaje de su enemigo. Por otra parte, cuando se refieren al “Tercer mundo” suena muy similar al miedo de “lo otro” que siempre ha experimentado Europa; tomen como ejemplo la denominación de “lo bárbaro”. Como ha demostrado la historia, lo bárbaro ha estado muy presente entre quienes así lo denominan; así, por lo menos, lo demuestra su miedo a la “tercermundialización” de Italia.
En términos particulares, los países de este “Tercer mundo” americano están, hace ya bastantes años, replanteándose su relación con este mercado de ansias neocolonizadoras, y explorando sus propios ejes culturales desde sus propias categorías. Para darles un ejemplo: la edición en Cuba es una industria poderosa, en ella aun hoy confluye parte de la producción intelectual latinoamericana. La industria de las editoriales independientes en Argentina es potente, fuerte y una de las más interesantes del mundo por su calidad y diversidad. Las editoriales independientes en Chile son múltiples, y se sostienen no solo por el Estado, sino también por un público lector altamente político. En Ecuador, la reforma a las universidades provocó la emergencia de una serie de editoriales independientes que están planteando nuevas coordenadas para pensar qué es la cultura para las comunidades indígenas. En Bolivia, la política del libro también se reestructuró en consonancia con las reformas culturales indígenas. En Brasil, la industria de las editoriales independientes es grandiosa y se sostiene por sí misma, con uno de los públicos lectores más amplios y sólidos. En Costa Rica, las editoriales independientes están reformando la manera de intercambiar libros en Centroamérica. México –do I even have to say it– tiene una de las producciones literarias, intelectuales e editoriales más ricas del mundo; sus ferias son masivas y tan populares que acude gente de todos los estratos sociales y origen étnico, además de ser un punto de encuentro de la edición en español.
Por eso les escribo. Como editora, escritora e intelectual, les sugiero que vayan más allá de categorías que celebran un pasado colonialista/neocolonialista. Si ustedes están pidiendo que se piense su Estado y las políticas culturales desde otro punto de vista, ustedes también deben definir su acción en modalidades de pensamiento que descentren sus ejes de poder, muchos de los cuales están en desuso justamente por los cambios de las estructuras económico-culturales.
Yo leí su manifiesto en italiano, espero que ustedes puedan leer esto en español.
Un saludo fraterno,
Mónica Ríos
Coeditora
Sangría Editora