Este cuento fue escrito por Antonio Gil en La Paz durante 2014.


«En el Tissot de su muñeca, que se atrasaba un poco, eran las doce siete de la noche y Traben, pasándose la mano por el pelo ya escaso, torció con desgano hacia el pasaje oscuro señalado por esas pequeñas lucecitas azules que se asomaban en el suelo entre el pasto crecido. Detrás, allá en el frontis que daba a la calle Warnes, escritas en letras de neón se leían dos palabras: Cabo Frío. El pasadizo olía a vinagre y a cerveza rancia como en todos los patios o trastiendas semejantes que podía recordar, exceptuando quizá la Casa de los Búhos en Punta del Este y su raro ensamblaje de queroseno, motores Mercury recalentados y sal. O aquel vaho a habano que lo impregnó la noche en que perdió diez mil seiscientos treinta y seis dólares contra Amarillo Slim en Centralia. «No busco a un contrincante perdedor, busco a un campeón para hacerlo un perdedor», le dijo Amarillo a Traben en esa fábula suya que, de tanto repetirla aquí y allá, terminó convirtiéndose en cierta.»