No es sequía: es saqueo. Según esta popular hipótesis, el Tríptico del Secano muestra las súbitas andanzas del misterioso jinete y su caballo por las tierras colchagüinas a finales del siglo fundacional de la República. Desde la aventura para votar por Balmaceda en el absolutismo patronal católico hasta la pandemia del carbunco que arrasó con los pueblos decimonónicos, el jinete se abre paso a disparo limpio y sabiduría campesina por la traicionera provincia profunda.
Antonio Gil, uno de los maestros vivos de la narrativa chilena, en su undécima novela propone una forma de prosa violenta y al mismo tiempo de suma levedad para mostrar cómo la temporalidad del relato rural es cíclica, cuando no peligrosamente premonitoria; peligrosamente, sí, igual que los ecos que se escuchan hoy de la supresión electoral por excusas sanitarias, del cohecho y de la privatización del agua en el secano chileno.