¿En qué se parecen el duelo por la muerte de un ser querido y el intento de retener cada uno de los momentos cargados de una pasión amorosa? La respuesta puede ser el minucioso inventario de una memoria corporal: una serie arbitraria de objetos bellos tanto como la memoria de un beso inicial, ciertos recorridos callejeros tanto como el aroma que, aunque extranjero, dejó huella. Entre los encuentros ficticios, los viajes de placer y de trabajo, los aprendizajes filiales, la construcción del oficio artístico, la enfermedad y la recurrencia de un sueño con volcanes aparecerá el dibujo clave para conseguir autonomía narrativa.
La lava, primera novela de Alejandra Coz Rosenfeld, expone el mapa de su investigación de aquello que ardía, que cambió por completo la tectónica de su continente y que, al enfriarse, se convirtió en ese lugar sólido donde ponerse de pie. Esta bildungsroman de una creatividad chilena confirma la urgencia de recuperar el goce para abrirse a la comprensión de nuestros relatos de identidad más dispares.