¿Qué es eso innombrable entre los pupitres de nuestras escuelas, liceos, colegios e institutos que no nos permite entender la violencia que ahí está ocurriendo? ¿Cuál historia impide que las personas sentadas en las bancas de la plaza se levanten de una vez y se integren a las protestas que pasan por la calle? ¿A dónde nos lleva un taxi nocturno si de pronto sabemos que quien conduce no tiene hogar? Y si tuviéramos que elegir entre un pago urgente y la vida de quien nos paga, ¿qué elegiríamos?
Aunque la respuesta pareciera depender siempre de las cantidades involucradas, el primer libro de Angelo Alessio sugiere que la mejor cuentística siempre ofrece un arreglo: la perdurabilidad del misterio, aun después de leerlo. En virtud de ese arreglo, los nueve relatos de Nuestras últimas palabras demuestran por qué el gótico urbano se erige, hoy por hoy, como la ficción chilena por excelencia.