En una sangrienta primavera que es también un otoño, se asoman nuestras primeras publicaciones simultáneas en Santiago, New York y Amsterdam, por efecto del desdoblamiento y diáspora de sus editores. Tres novelas, un libro de tradiciones y crónica más un texto en acción vendrán antes de fin de año. Pero cada cosa a su tiempo.
Por ahora es necesario dejar registrado en esta íntima bitácora que nuestro autor Antonio Gil fue despedido del santiaguino y semiestatal diario La Nación como represalia a una columna suya que, aquellos que lo hicieron, ni siquiera habían leído. Más abajo encontrarán la historia en palabras del mismo autor. Raro es esto de que un Ministro de Estado y un empresario se pongan de acuerdo para despedir a alguna gente de un medio cuya propiedad comparten momentáneamente apelando a la libertad de expresión, luego de que alguien pusiera la columna en su perfil de una red social en internet. La tecnología y los círculos sociales pequeños es lo que más importa en Chile, quizá, no un proyecto de escritura de largo aliento, apocalíptico y polémico como el de Gil.

Aparentemente, los vientos fascistas están tan revueltos en Chile que incluso invocan los viejos argumentos antisemitas a su favor para leer en la conveniencia. La gente pragmática siempre se ha creído dueña, no saben que su poder es temporal.

Por eso no hay que deprimirse con el hecho de que Isabel Allende haya ganado el Premio Nacional de Literatura chileno, eso significa que nuestras ideas de nación y de literatura están en crisis ya desatada y evidente para todo el mundo. El traje del emperador ya empieza a provocar carcajadas. Pero esto es el típico salón de los poderes pequeños de Santiago; Chile es otra cosa, una enormidad muchísimo más compleja y difícil de manipular por el ser humano.

Aquí el asunto:




FAMILIA HINZPETER PROVOCA DESPIDO DE ANTONIO GIL DE LA NACIÓN
26 de agosto de 2010
La columna titulada «La sombra de Mammón», escrita por Antonio Gil para La Nación Domingo -un recorrido literario donde el narrador trae hasta nuestros tiempos a diversos dioses que recorren el país sembrando desastres y lo peor de las cualidades humanas, provocó una polvareda más de prepotencia fáctica.
Lo curioso de este cuento es que el conocido cineasta Joaquín Eyzaguirre encontró súper chori la nota y la pegó en su post de Facebook. Acto seguido se le fueron encima varias personas, entre ellas la hermana del Ministro del Interior de Piñera, Ximena Hinzpeter, que probablemente asimilaron la idea de que se estaba refiriendo al gobierno de turno y a sus asesores estrella, así que lo acusó de izquierdista, desubicado, y lo acusaron de antisemita y xenófobo, entre otros exabruptos. Menos mal que no estaban en un carrete porque si no hubiera terminado a combos la cosa. Por si fuera poco, la reacción redundó en que la editora de La Nación Domingo, Ana Verónica Peña, fuera despedida por publicar esta columna y se censuró a Antonio Gil. Esta editora es conocida por, el mismo día que asumió Piñera, cortar al columnista Patricio Mery, actual director de Panorama News. Aquí la columna que provocó la ira de los doctos empresarios privados y públicos Platovski y Hinzpeter:



LA SOMBRA DE MAMMÓN

Por Antonio Gil

«Y entonces la bella e inexorable Melpómene y el fiero Wekufu se desvanecen para dejar su lugar a Mammón, el demonio judío de la avaricia y la codicia. Desaparecen pues de nuestro imaginario de golpe las presencias idealizadas, sublimadas, de lo inevitable, y emerge, con un retintín de oro, el verdadero culpable de la totalidad de nuestros males. A veces creemos entrever, como en sueños, erguida contra nuestro óseo roquedal andino y en el «puro cielo azulado», la figura bella y feroz de Melpómene. Ella, la musa griega inspiradora de la tragedia se nos presenta siempre tal y como es descrita en los libros: «ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro, una corona o un puñal ensangrentado». Otras veces, entre los silbos del viento sentimos allegarse la presencia sigilosa de Wekufu, el dios mapuche de la muerte y la destrucción, batiendo a Ngenechen, el dios de la vida. Y los números terribles se repiten en este ineludible triunfo de la fatalidad. El 27 de noviembre de 2005, 33 personas abordaron una embarcación de sólo 6 metros de largo, con capacidad para 16 ocupantes. Además la lancha llevaba carga. Las siempre peligrosas aguas del lago Maihue, que en mapudungun significa copa de madera, y el sobrepeso de la adicional, hicieron naufragar el pequeño lanchón.Hay ocasiones en que el desastre (que como sabemos quiere decir «lejos de la estrella») exige un poco más para su morral, como ocurrió el 18 de mayo de ese mismo año cuando en la zona cordillerana de Antuco, al interior de Los Ángeles, murieron congelados 44 soldados conscriptos y un sargento. La mayoría de las veces se trata de gente pobre, de miembros de los sectores más frágiles y abandonados de nuestra sociedad. Y entonces la bella e inexorable Melpómene y el fiero Wekufu se desvanecen para dejar su lugar a Mammon, el demonio judío de la avaricia y la codicia. Desaparecen pues de nuestro imaginario de golpe las presencias idealizadas, sublimadas, de lo inevitable, y emerge, con un retintín de oro, el verdadero culpable de la totalidad de nuestros males. Un demonio cebado en el lucro y en la más extrema cicatería. Ese es el verdadero demonio que gobierna, desde hace ya demasiado tiempo, el alma de Chile, arrasando a la bella Melpómene y al guerrero Wekufu, quienes no hacen otra cosa que cumplir sus deberes cerrando los ojos. Si vemos caso a caso las grandes desgracias que ha sufrido el país, descubriremos tras cada una de ellas la sombra de Mammon y sus explicaciones y comisiones y mentiras. Balseraphs son nombrados en las antiguas tradiciones los «abogados infernales».«Los Balseraphs que sirven a Mammon pueden convencer a sus víctimas de que hasta el hecho más atroz será en extremo beneficioso». Son los demonios que ofrecen indemnizaciones y compensaciones. Antes de la caída, Mammon era un serafín al servicio de Dios. Pero su corazón se llenó con el deseo del oro y se unió a Satanás en la rebelión contra el Creador. Cuando la guerra en el cielo terminó, según la tradición rabínica, «los pecados de Mammon eran peores que los de cualquier otro de los caídos».Y él hoy, por desdicha, ha penetrado incluso en las iglesias, en los ministerios, por no hablar de entidades financieras, que es donde pernocta diariamente. Wekufu y Melpómene retroceden con horror cuando ven el recorte de presupuesto para una nueva lancha en un lago remoto. Cuando se asoman sobre el hombro del contador, que con su lápiz rojo elimina defensas en los socavones mineros u «optimiza» los gastos en material de invierno para los soldados que sirven a la patria. Chile está en guerra. Tenemos que aniquilar a ese demonio antes que todos seamos avasallados por la bestia».